Mayo
Esta semana pasada cruzaba en autobús un barrio desconocido, camino del extrarradio. Miraba los árboles, los setos, los parques, unos campos de fútbol, la brisa, las cunetas alumbradas de amapolas. Todo era un resplandor dorado y verde y el cielo azul y blanco. Se me ocurrió que esta tarde laborable de primavera, de tantos niños que jugaban en la hierba bajo el cielo de mayo, quizá a uno se le quedase grabado de por vida aquel instante –un pájaro en lo alto, una gota de luz en una hoja, el grito de un amigo, una bandera movida por el viento–, para siempre en la memoria como la imagen perenne de una exaltación. Un niño al que le sucedía eso, justo entonces, mientras yo viajaba en autobús y veía autopistas, desmontes, rotondas, las obras, el río, las obras, las casas, las casas. Yo, vivo, allí.
Desde hace unos pocos años leo, en abril o mayo, Campos de Castilla, casi como un ritual, y creo que espero que ese verano que viene después sea como los de antes, los de hace cuarenta años. Por supuesto no es nunca así, pero en mi cabeza, durante unas semanas, las correspondientes a mayo, junio, existe la posibilidad, la expectativa.
Creo que escribes bien porque intentas honestamente responderte a las preguntas de siempre, entre ellas para qué estamos aquí. Es interesante y enriquecedor para mí saber cómo consigues escribir tan bien.
Publicado por: Jose Luis Ríos | 11 noviembre 2015 en 05:17 p.m.
*