Julio en casa
Cuando vuelva a Madrid veré qué me llevo de estas vacaciones de verano en el norte. Arena, agua, cenas, conversaciones, recuentos, rostros. Me doy cuenta de que para mí la vida es esto, y lo otro —los días laborables del invierno, por decirlo rápido— la excepción. Eso está bien, me gusta. Todavía hay esperanza para mí.
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¡Y si el recuerdo del mar verde me refrescara el resto del verano, allá en la llanura recocida, y si fuese a darme luz en el invierno! Pero no, claro. Sería como pretender que de vivir te dispensase haber vivido.