Noviembre
En la cama, a oscuras, me vino al pensamiento una idea que había anotado aquella tarde. Luego me adormecí. Según bajaba al sueño, desdibujadamente, comprendí que mi idea era otro hecho más del día, igual que la señora que dejaba pasar los trenes en el andén del metro, el gato gris en la ventana de un entresuelo, la primera luz que asomó por el este. Como si el día hubiese sido un poema hecho de hechos y mi texto uno de sus versos.
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Lago del Verano, lago del Otoño, lago de la Bondad, del Dolor, de la Excelencia; lago de la Felicidad, del Gozo, del Invierno; lago de la Blandura, de la Lujuria, de la Muerte, del Olvido, del Odio, de la Perseverancia, de la Soledad, de los Sueños; lago de la Esperanza, del Tiempo, del Miedo, de la Primavera. Estos son los lagos de la Luna.
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Se puede pensar el mundo, por supuesto, pero ese pensar es otra pieza del mundo. Al mismo nivel de los objetos del mundo. No está por encima del mundo.
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Hechos del mes de noviembre: el arcoíris sobre la isla de Mouro, en la bocana de la bahía gris de Santander. Una mujer embellecida por la esperanza. Las siete hierbas del otoño en Japón: el trébol en arbusto, el susuki, el arruruz, el clavel salvaje, la patrinia, el cáñamo y la campanilla china. Aldebarán.
Mi madre en su sofá, al alcance del teléfono, tapada con una manta, viendo llover.
Esta admisión: que la realidad no me necesita.
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Un pensamiento, una mentira, una cita, un sueño, un recuerdo, una enumeración, una estrella.
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Cada estación tiene sus pensamientos. En septiembre yo suelo soñar con las islas, por ejemplo. Noviembre es para el futuro, como diciembre será del recuerdo.
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Un hombre en Cornualles disfruta del superpoder de la bilocación, esto es, encontrarse en dos sitios a la vez; solo que el segundo sitio es siempre un mismo punto 100 millas al noreste de Estaca de Bares, en medio del Cantábrico. Esta inconveniencia le hace descender hasta el nivel ciento treinta y cinco en la clasificación de superpoderes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
(Los niveles inferiores de esa clasificación abundan en curiosidades: hay quien adivina a ciegas los premios de sorteos de lotería que ya se han celebrado, o quien tiene el superpoder de ponerles nombres adecuados a los niños, enamorar a los gatos, entender poemas en lenguas extrañas, cantar, reconocer rostros entre la niebla, conservar la paciencia).
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«… los altos y soberbios volúmenes que formaban en un ángulo de la sala una penumbra de oro no eran (como su vanidad soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregada al mundo». Borges, en «Una rosa amarilla», en El Hacedor. Treinta años he llevado esta cita en algún bolsillo de la memoria, y empiezo a entenderla ahora.
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Joder, Juan, qué maravilla... Voy a volver a leerla: eso es lo que provocas.
Publicado por: Jesús | 30 noviembre 2017 en 11:44 p.m.
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Muchísimas gracias, Jesús. Siempre me tratas muy bien.
Y siempre me anima mucho.
¡Un abrazo grande!
Publicado por: Juan Avellana | 01 diciembre 2017 en 12:01 a.m.
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Ciertamente, un libro, posiblemente infinito, debería recoger todas estas sutiles maneras de ver el mundo, querido Juan. Gracias siempre.
Publicado por: Raul | 03 diciembre 2017 en 11:38 a.m.
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Precioso todo, Juan, está lleno de color y parece como si hicieras magia y de tus dedos salieran mundos. Me pregunto quién le pondría los nombres a los lagos de la luna. Me pregunto también por esa rara clasificación de superpoderes de la agencia ésa (si existe, seguro que es para perseguirlos y borrarlos). Me pregunto si ese estado de gracia en el que escribes te dura mucho. Esto me lo pregunto con avidez y pelín de endivia, perdón, envidia.
Por cierto, yo he visto, de verdad, a una persona en dos sitios a la vez. Y no había bebido.
Precioso. Encantadora lluvia, como la de octubre.
Publicado por: Marisa | 03 diciembre 2017 en 10:10 p.m.
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la realidad nunca nos necesita, eso es algo que sospechamos, pero nos empeñamos en ir dejando rastros de migas para que nos encuentren... y a veces, como en esta página, ese encuentro es una sorpresa agradable...
Publicado por: Beauséant | 04 diciembre 2017 en 11:55 a.m.
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Hola, Raúl. Muchas gracias a ti, de verdad.
Por cierto, que hacía tiempo que no entraba en tu blog, y veo que has añadido cosas soberbias. Da un poco de apuro responder al elogio con el elogio, pero es que es así. Iré a decírtelo a tu blog, que es donde corresponde :)
Publicado por: Juan Avellana | 05 diciembre 2017 en 01:19 a.m.
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Hola, Marisa. Me alegra mucho que te guste tanto el post; muchas gracias. ¡Ojalá tengas razón en lo del "estado de gracia"!
Cuando decía "Un pensamiento, una mentira, una cita, un sueño", confieso que la mentira era lo de la clasificación de superpoderes: aunque no me extrañaría que de verdad existiese.
De todos modos, una cosa que dices deslumbra todo lo demás: ¿cómo es eso de que has visto a una persona en dos sitios a la vez? :D
Publicado por: Juan Avellana | 05 diciembre 2017 en 01:32 a.m.
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Hola, Beauséant. Muchas gracias! Pues en eso que dices pensaba al escribir la frase: en que muchos de los esfuerzos intelectuales de uno van encaminados a que uno sea necesario, a demostrar que de alguna manera uno tiene una razón de ser en la trama de las cosas.
Lo que seguía a la frase lo suprimí: decía que tras el reconocimiento de que el mundo no lo necesita a uno, viene el querer festejar el mundo porque sí, sin reciprocidad, solo por él mismo. Pero no estoy muy seguro de estar siendo sincero al decir eso, no sé... Tengo que darle mas vueltas. Por ahora me quedo en la admisión de mi contingencia :)
Publicado por: Juan Avellana | 05 diciembre 2017 en 01:44 a.m.
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Pues sí, Juan, así de extraño. Un amigo, sentado en un sillón de orejas, frente a la puerta de una salita-biblioteca; yo salía de la cocina y lo veo allí, de frente, sonriente y mirándome. Salgo por la puerta contigua que daba al jardín y el mismo amigo estaba de charla con el cura del pueblo. Estábamos preparando las mesas para comer un grupo de amigos. ¡Qué cosas! Algún día la ciencia podrá explicar ciertas cosas. Quizás.
Publicado por: Marisa | 07 diciembre 2017 en 07:30 p.m.
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