Vuelta a casa
El tren se para. En el silencio de Castilla, unas casucas solitarias apoyan su espalda contra las vías. No me importaría vivir aquí, en la inmensa soledad, siempre que puntualmente, cada medianoche, el estruendo terrible del tren me recordase las multitudes, las luces de las ciudades que han de brillar lejos.
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Un mirlo le susurra a Eumeno que son las cuatro de la tarde. Son las cuatro de la tarde. Entonces es verdad, aunque el mirlo no haya existido.
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Un día sin nada me enteré de que existía la calle del Montón de Trigo. Y la del Limón Verde. Y ya no fue un día sin nada.
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«Intervalo claro, o intervalo lúcido: Espacio de tiempo en que quienes han perdido el juicio dan muestras de cordura» (DLE).
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A algunos el mundo se les revela a través de los números. A otros por medio de las formas geométricas, el amor, la construcción, la música. Eumeno se pregunta por qué Dios le habla a través de los guijarros o de los pájaros.
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No hay magia en el mercado de la magia de Bandán. En las tiendas de seda, a la luz de las lámparas, las cabezas se agachan sobre las mesas de trabajo. La mujer que destila la pócima del sueño lunar calcula en una balanza electrónica la proporción de los ingredientes. El maldecidor engarza en una oración el nombre del maldito como el orífice encaja una piedra en una ajorca de oro. El capnomante lleva una mascarilla blanca para no aspirar sus propios humos, que hacen figuras en el aire. Solo se oye un tintineo de herramientas y la conversación sosegada de los compradores.
Si a alguien le diese por perturbar esa tranquilidad con alguna intemperancia demoníaca, con algún fervor, lo sacarían del mercado como a un loco. No recurre a la magia quien tiene una técnica; y, sobre todo, no se fabrica magia con magia, como no se fabrica acero con acero, oro con oro.
La magia sucede después. Fuera del mercado, en el mundo incierto. No aquí, donde se precisa toda la fría atención, la laboriosa cordura y la paciencia para quebrar las leyes de la física y torcer el destino que ya está forjado.
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Al final del año, desde el punto más hondo de la luz de invierno, ¿en qué pienso? En los veranos que vendrán, y en merecerlos.
Feliz año.
Feliz Año. El tiempo pasa deprisa. Nosotros pasamos deprisa.
Un abrazo
Publicado por: José Luis Ríos | 31 diciembre 2018 en 11:16 p.m.
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Feliz año y gracias por los meses, que pasan.
Publicado por: Raúl | 01 enero 2019 en 02:12 a.m.
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¡Y tanto, José Luis, y tanto!
Feliz año para ti también. Un abrazo grande
Publicado por: Juan Avellana | 01 enero 2019 en 01:29 p.m.
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Gracias a ti, Raúl, siempre. Que sea un año feliz de veras.
Un abrazo grande.
Publicado por: Juan Avellana | 01 enero 2019 en 01:31 p.m.
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¡Feliz Año, oh, Avellana! ¡Que así sea y tus veranos sean muchos y sesteros y llenos de grillos al mediodía!
¡Capnomante! Una palabra nueva para mi. Me gustaría ser capnomante en un mercado de magia que no hace magia. Como cuando pintas concentradamente, como un capnomante, pero sin mascarilla. Lo que más me gusta de este mercado es sus silencios entre tintineo y tintineo. ¡Qué atmósfera tan atrayente!
Publicado por: Marisa | 01 enero 2019 en 08:20 p.m.
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Feliz año, queridísimo. Van pasando los días, los meses, el tiempo ancho y largo y desprendido en olvidos y sabores. Y entre lo que queda, como esas ramas desnudas de hojas que son lo que se mantiene, la verdadera esencia del árbol que se sueña en ellas, persistimos (¿insistimos?). Aquí, siempre, porque también es nuestra casa.
Brindo por muchas más palabras. Y años, claro.
Publicado por: Lau | 04 enero 2019 en 01:32 p.m.
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Muchas gracias, Marisa. Cuánto tiempo sin verte. ¡Feliz año nuevo!
Publicado por: Juan Avellana | 06 enero 2019 en 11:44 a.m.
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Hola, Lau, queridísima. Me alegro de saber de ti; te he echado de menos. Me has recordado una frase que he leído hace unos días: «al tiempo de le aparta como a una mosca». Aquí persistimos, como si todo fuese solo un largo día.
¡Feliz año!
Publicado por: Juan Avellana | 06 enero 2019 en 11:55 a.m.
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Yo había dejado un comentario por aquí, pero internet es demasiado grande y lo mismo ahora vive en otro sitio..
un placer leerte, como siempre.
Publicado por: Beauséant | 07 enero 2019 en 10:40 p.m.
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Hola, Beauséant. He mirado en la parte administrativa del blog y no ha quedado guardada :( Lo siento
De todos modos, me alegro mucho de tenerte aquí al comienzo del año. Feliz 2019!
Publicado por: Juan Avellana | 08 enero 2019 en 12:48 a.m.
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Tampoco era algo importante, no pasa nada...
También aproveché para decirte que te había robado un texto tuyo, no te pedí permiso en su momento aunque sí puse tu autoría... supuse que no habría problema, pero vivimos tiempos un tanto extraños...
Publicado por: Beauséant | 08 enero 2019 en 09:58 p.m.
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Ya, te entiendo. Pero no, claro que no hay problema. Al contrario, me hace feliz que uses mi cita.
Publicado por: Juan Avellana | 08 enero 2019 en 10:52 p.m.
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Pero sigo aquí, leyéndote, aunque no me veas ;-) ¿he acertado con el dibujín ése? Se me da mejor el lápiz.
Publicado por: Marisa | 14 enero 2019 en 07:37 p.m.
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Qué bien, Marisa, qué bien que sigas viniendo :)
Lo del dibujín no lo pillo. A qué te refieres, cuéntame. ¡Lo siento!
Publicado por: Juan Avellana | 16 enero 2019 en 01:06 a.m.
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¿Emoticonos se llaman? Esos dos puntos y cierra paréntesis que has puesto tu y que significa una cara sonriente. Ufff! Ya ves, qué antigua soy. Pretendía dibujar una cara sonriente guiñando un ojo. Nada, una tontería. Que sigo por aquí, aunque no diga nada.
Un abrazote.
Publicado por: Marisa | 16 enero 2019 en 07:24 p.m.
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