Días de junio
La felicidad te ve a ti mucho antes de que tú la veas. Su luz te destruiría; si te tomara la mano ahora; si te tocase con el dedo en la frente o en la boca. La felicidad es un tigre compasivo. Da un rodeo y se te acerca sin ruido. Deja que te acostumbres, como los caballos a un olor que los inquieta. Susurra en las canciones y en los sueños. Deja pasar los días.
Por eso no te quema un relámpago. Aunque es gloriosa como una montaña coronada; flota en los cielos; refulge. Cuando te llega, parece de este mundo. Una brisa repentina que peina la hierba, la sombra de la tarde, una palabra que no se dice en voz alta, un roce, el silencio, la noche detenida. No está afuera espléndida y terrible, radiante en el aire: está en una persona, en un viaje, en una guitarra, en la madera de un mueble. En un bol de fruta, en un perro dormido.
quizás no sea un tigre, entonces, quizás sea un gato asustado de lo que puedan hacer los humanos si cae entre sus manos... quizás nos haya visto destruir tantas cosas que tiene miedo de entregarse....
una reflexión muy bonita, gracias por compartirla....
Publicado por: Beauseant | 01 julio 2019 en 12:02 p.m.
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Hola, Beauseant. Me ha hecho gracia la idea de que la felicidad fuese un gato y la esperanza esa cosa con plumas... :)
Me alegro mucho de que te haya gustado. ¡Gracias!
Publicado por: Juan Avellana | 02 julio 2019 en 01:14 a.m.
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Las fotografías, salvando las distancias, le miran a uno, como fotógrafo, mucho antes de que las vea. Ya están allí, sólo debes sintonizarte con ellas.
Cada vez un poco más, la felicidad no es algo continuo, sino a ratos, y en cosas más pequeñas, cotidianas, dentro de ti.
Durante el curso anterior, de camino a y de vuelta de Lleida escuché muchos podcast, entre ellos uno sobre Luis Cernuda en el que hablaba de cómo, un día de verano por la tarde, paseando a caballo, creo, sintió eso que luego se ha llamado poesía, algo diferente, un estado, en fin, escribo de memoria. Hace muchos años, yo debía de tener menos de veinte, cuando volvía de mis correrías algún día de verano al final de la tarde también, en bicicleta, sólo por caminos de tierra de mi pueblo, también sentía algo, y años después, de vez en cuando, lo sigo sintiendo, sin bicicleta, más fácil que entonces. Algo agridulce. En fin.
Me ha gustado mucho tu reflexión. Un abrazo.
(Hice un comentario hace poco en tu post anterior que quizás no has visto)
Publicado por: josé Luis | 03 julio 2019 en 11:34 a.m.
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Hola, José Luis. Ahora que lo pienso, veo que todos esos momentos de plenitud y felicidad que recordamos, curiosamente, suelen tener dos cosas en común: la soledad y la naturaleza. No sé si es que son necesarias para que ello se dé, o bien sucede que la soledad y la naturaleza nos facilitan no el momento mismo, sino su conciencia.
Gracias por el aviso: sí, no había visto tu otro mensaje. Voy para allá :)
¡Un abrazo!
Publicado por: Juan Avellana | 04 julio 2019 en 01:26 p.m.
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Es posible que algunos comentarios a tu último post no salgan publicados. Un abrazo
Publicado por: José Luis Ríos | 18 agosto 2019 en 08:26 p.m.
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¡Hola! ¿Qué ha pasado? ¿Ha habido algún problema técnico o algo así, José Luis?
Publicado por: Juan Avellana | 18 agosto 2019 en 10:30 p.m.
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