Tardes de junio

El día entra en la noche como el nadador en el mar de verano. La luz no se va; resplandece en el fondo del cielo oscuro como la corriente fría se queda en el fondo del agua.

 

Se levanta una brisa que viene del horizonte, y dentro del pecho uno siente moverse las hojas.

 

«¿Os acordáis de cuando el verano era nuevo?», dirá el insecto efímero. Se refiere a los primeros días de junio, frescos; a las nubes lanudas y blancas, a los árboles que tremolaban en la mañana, a la luna llena. Para él, un mes es una época.

 

Al caer la noche posé dos libros en el suelo de la terraza. Al rato los recogí y estaban tibios como un cuerpo vivo.

 

Cuando yo era niño, en las portadas de ciencia ficción salían cielos así. Limpios cielos de epopeya, azules, puros, añiles, claros por el horizonte, naranja pálido, lavanda y rosa, campos infinitos de esperanza. Tan inmenso lo posible.

 

Hay gente con propensión a creer, esto es, a dejarse deslumbrar por una idea: los fanáticos y los ilusos. Yo soy de los ilusos. Para el iluso de corazón, el mundo está inacabado. O está acabado, pero aún no se ha mostrado entero, no se ha terminado de contar.

 

En la ciudad de Ambalong hay tres mil templos, pero solo uno del dios verdadero y nadie sabe cuál es. Un hombre pide por la salud de su hijo, de rodillas sobre el suelo de piedra. Desconoce si se dirige un poder bondadoso o si está en la morada de un loco alucinado, un payaso, un ladrón vano. Uno entre tres mil. El hombre reza y llora, la cara aplastada contra el suelo.

 

Media vida se vive como una épica y la otra media como una lírica. Al menos, según mi experiencia.

 

Aquella época del mundo. Cuando cada día es una esperanza; cada libro, un viaje; cada noticia, una puerta.

 

Lo que alguna vez me dolió se ha curado. Lo que me va a doler no está hoy aquí. Ojalá estas horas de eternidad durasen siempre. El cielo, la luz de la tarde, los vencejos, el viento de verano.

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Comentarios

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A nuestro alrededor todo se mueve, todo es efímero... nos empeñamos en creer y construir cosas que pensamos inmutables para no reconocer nuestra propia mortalidad.

Lo cierto es que todo esta por hacer, pero nosotros sólo llegaremos a una parte del recorrido, el resto lo harán otros sin nuestra presencia.

Algunos creerán llegar al final del camino, otros se convencerán de estar rezando al Dios correcto, necesitamos eso, convencernos.

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¡Hola, hola, Beauséant! Disculpa el silencio; no había visto el comentario. Yo no sé si es raro no visitar el propio blog de uno mismo, pero en mi descargo diré que ya me he leído los posts :D
Un abrazo

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