El gato y la garza

Hace unos días, según subíamos el camino, se nos cruzó un gato negro, de izquierda a derecha. Era al principio de la tarde, en la ribera del Pas. El gato salió, dio dos pasos y se quedó parado entre las sombras del camino arbolado, a medio gesto, como una moneda de canto que aún no ha decidido de qué cara caer. Por fin, tiró hacia la derecha, acabó de cruzar y se escondió entre la hierba.

Al bajar, unas horas después, una garza blanca se levantó en el aire y cruzó ese mismo camino ante nosotros, de derecha a izquierda, irreal y calma, resplandeciente al sol amarillo del final de la tarde.

La vida se presenta y yo hablo. La vida no es decible; pero yo lo intento. Ese fracaso imprescindible es la escritura.

« Tardes de junio |Entonces »

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La vida escribe con las herramientas que tiene a mano, una garza, un gato, una sombra en la última hora de la tarde...

Nosotros asentimos e interpretamos, nunca acertamos, pero eso tampoco importa, ¿verdad?

*

Hola, Beauséant.
No, no importa :)
Mientras siga moviéndose la maquinaria (las tardes, las sombras...) todo va bien.

*

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