Segundo viaje a Isia

La mañana del viaje hay un sol blanco y fresco. Sin ninguna razón, a pesar de los pesares, el día parece nuevo y el pecho se agita sin motivo. Es como la esperanza, que viene de ninguna parte, cae de la nada, luce, llueve, nace del vacío.

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Al llegar, fuimos a ver los famosos caballos marinos, que entran y salen de debajo del agua para pastar en los prados junto a la orilla. El mar verdoso estaba blanco de espuma. A ratos caía una lluvia levemente salobre, mansa. No conviene aguantarla demasiado, porque esa lluvia ha cruzado el océano y se ha empapado de la soledad del mar.

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El célebre templo de Izhar puede visitarse sin problemas incluso a las horas de culto. En la explanada vendían globos hinchables con el aspecto de huevos de pájaro. Unos blancos, otros crema, azules, oliva, verde jade, con pintas, con manchas, jaspeados, elongados, pequeños, gigantes; reproducciones fieles, a escala, de huevos de alguna especie de ave. A algunas personas y a todos los niños les encantan. Aunque a los niños les gusta casi cualquier cosa extraña.

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A veces, al verlos en los oficios, uno dudaría de su devoción. Los fieles rezan, pero su oración se disuelve en un confuso bisbiseo embarazoso. El dios tiene que completar las frases con un susurro, como el apuntador de un teatro. Salen de las misas con la cabeza gacha, algo avergonzados. El dios, en ocasiones, pierde la paciencia y les envía desgracias.

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Tienen siete mares, uno para cada nota musical, una nota musical para cada color del arcoíris, un color para cada día de la semana y doce horas al día para cada acto fundamental: esperar, creer, crecer, engendrar, imaginar, juzgar, echar en el olvido. El desajuste entre 7 y 12 se soluciona con cinco semitonos (o semihoras, quizá con más propiedad), lo cual complica un poco las cosas. En algunas regiones, para llegar a 12, se añaden cinco actos: resistir, acompañar, entender, prometer y cantar a solas.

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Una madre le pasa a su hijo una maldición en la letra de una nana. En la misma familia, desde hace generaciones, sin saberlo.

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Se dice que el tarot isio es un antecedente de esos naipes que llaman cristal. Algunas cartas del tarot isio se le hacen muy curiosas al forastero: la visita del niño triste, la fiesta de los resucitados, los cangrejos luminosos.

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La ciencia aún no sabe que los árboles son seres sociales, que alejados de otros lo pasan mal. ¡Ay esos arboles erguidos en medio de la llanura! Su orgullo es pura apariencia.

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En el tren de vuelta a casa viajaba una pareja de viejecitos de pueblo, como sacados de una España más antigua. Una vieja y un viejo chiquitos, tapones, liantes, ruidosos. Llevaban consigo a una muchacha. No llegué a saber qué le pasaba; tenía alguna minusvalía grave. Ellos la trataban como a una niña, a una muñeca. Desde mi asiento le veía las manos. Blancas, delicadas, de dedos elegantes, tiernas.

Hace años, si alguien hubiese contemplado mi destino con piedad y ternura, me habría irritado mucho. Pero creo que ya soy lo bastante mayor; creo que ahora me sentiría agradecido.

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Ya en casa, ayer, oí cantar a un mirlo. El primero de la nueva estación. Así es la esperanza, como digo: lo que viene de ninguna parte.

 

[Vino un pájaro y dijo
https://avellana.neunoi.com/2023/10/vino-un-pajaro-y-dijo.html
La Noche de Verano
https://avellana.neunoi.com/2005/08/la-noche-de-verano.html]

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Comentarios

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Hace poco escribí sobre los viajes, como nos cambian sin apenas saberlo. La persona que hizo la maleta no tiene nada que ver con la persona que vuelve. Hasta los espejos de la casa lo notan, tardan unos días en encontrar el rostro correcto que deben mostrar.

Me gustaría poder visitar esa isla, pero algo me dice que las coordenadas no aparecen en ningún atlas

Saludos

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Hola, Beauséant. Yo también he pensado muchas veces en ello y en esa sensación de que uno y su vida cambian durante el viaje. Y nunca he sabido si el viaje es una escapatoria imaginaria de la vida verdadera o si es una escapatoria hacia la vida verdadera desde la vida que uno se ve obligado a vivir. No sé, de veras.
¡Lo de los espejos es una idea maravillosa!

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En mi caso creo que es un poco lo segundo. Cuando viajo siempre me imagino buscando un trabajo en el nuevo lugar y empezando una nueva vida. Siempre trabajos sencillos y duros, como si en esa nueva vida mi cuerpo rejuveneciese por arte de magia :)

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¡Me resulta familiar! :D

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