Cada línea debe comenzar con una esperanza
Cada línea de un texto debe comenzar con una esperanza. Como un hilo de luz, la promesa se alargará desde el principio, brillando entre la hojarasca del párrafo, serpenteando, con los ojos del lector corriendo detrás, arriba y abajo sobre el terreno, hasta llegar a una hondonada hospitalaria a la sombra de unos árboles antiguos. ¿Y qué hay allí, en el final? Al final del mejor texto del mundo hay una redención. Una absolución. Una epifanía.
Hablamos del mejor texto del mundo; por lo común no hace falta ponerse tan denso. Se trata del principio activo de la lectura, que en la vida cotidiana se diluye. Yo me conformo con una parte por millón, como en las diluciones homeopáticas.
Pero, eso sí, cada línea debe llevar siempre una promesa. De hecho, en un buen texto de un día de diario, al final de la esperanza solo suele haber más esperanza. Una poza llena de un agua luminosa que destella bajo los árboles y el viento riza.
Tomo nota de la advertencia, puliré cada línea, afilaré cada palabra y esperaré a que el final me redima.
Publicado por: Beauseant | 01 abril 2025 en 11:56 a.m.
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¡Qué plan extraordinario, Beauséant! Maravilloso 😀
Publicado por: Juan Avellana | 02 abril 2025 en 12:30 a.m.
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<3 Sí a todo :)
Publicado por: Berna | 21 abril 2025 en 06:57 p.m.
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Pues me alegro mucho, Berna 😀 Y también me alegro de verte. ¡Cuánto tiempo!
Publicado por: Juan Avellana | 22 abril 2025 en 05:42 p.m.
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