Progresos

Día a día progreso en mi autenticidad y mi ruina.

Yo aspiraba —quizá con un poco de teatro— a una simplicidad desnuda, perseverantemente despojada. Y resulta que, con el tiempo, me encuentro despojado de veras.

Pero el que no tiene nada tampoco tiene adjetivos, ni adverbios. Nada de austera desnudez o sencillamente pobre. El que lo pierde todo en el orden moral pierde asimismo la elección; por el camino han quedado también la voluntad o la meta. El pobre de corazón es una cosa, una piedra lisa. La pobreza limpia no tiene mérito.

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Ya no me quiero, es cierto, pero cuánto me quise.

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Debo pensar más en la diferencia entre un hecho y una obra.

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Un día me pasé la mañana mirando afuera. Había una clarísima luz mate que era como el espíritu del invierno. Todo estaba quieto, quieto hasta lo más adentro. Veía un resplandor tamizado; el dibujo lineal de los árboles, el gris pulido del cielo gredoso. Mi asombro por el mundo como es quizá sea la forma en que me es dado participar de un fervor ulterior: el de que el mundo sea.

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