Conocimientos
La sabiduría que trae la edad es una cosa perpleja: como si te diesen una llave pero no la puerta.
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En la ciudad de Venecia, encima de un banco de mármol, habían inscrito esta frase, en inglés: «Ve a donde los que duermen y mira si siguen bien». Lo leí este verano y me conmovió de corazón.
Creo que ahora entiendo por qué. Porque yo me lo tomé como una definición y un mandato moral. Lo humano es eso, para empezar. El impulso de ir a cuidar de los que duermen.
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El escritor, sentencioso, querría que se pudiese decir: el mundo es un drama; el mundo es una tragedia; el mundo es una farsa, una desesperación, esto, una mandarina, una bota vieja, lo otro, una comedia. Y zanjar el asunto.
Pero el mundo es todo ello a la vez, y cada predicación, una cualidad o un humor del que lo mira. El problema del escritor es que el mundo no se deja reducir a un género.
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Les explico a mis sobrinos, niños pequeños, cosas que ignoran. Pero sé que es una solución pasajera y hasta tramposa. Lo que me gustaría saber transmitirles es mi propia ignorancia, más baqueteada que la suya.
Woody Allen habla en Sin plumas de El Gran Congón, un animal mitológico con cabeza de león y cuerpo de león, pero de otro león distinto. Se me ocurre que podría ser emblema de la vida, que empieza en ignorancia y hacia la mitad se cambia en ignorancia. Aunque una ignorancia distinta.
[Jenny Holzer, “GO WHERE PEOPLE SLEEP AND SEE IF THEY ARE SAFE” ]