Junio y los cambios

A lo largo de este mes he mirado mucho la luz de los días, inmutada en el cielo, transparente. Una luz que perdura en lugar de la noche.

Con los años, mi atención se ha ido yendo de la figura al fondo, sin saber por qué. Hacia el paisaje, a lo demás, a las circunstancias. Es como un hombre que se sentase en una grada a contemplar un juego; que empezara a mirar alrededor, a mirar abajo, arriba; que perdiese de vista las cabezas y los cánticos y que mirase con placer —con asombro— las nubes que pasan por el cielo, una bandada de pájaros, el viento en las hojas, cosas de esas.

Algo así, cada vez más con los años. Este junio he llegado a pensar que mirando la luz miraba algo: es el suceder del mundo lo que veo; es el tiempo lo que pasa. No sé. Qué extraña ocurrencia, en todo caso. Fijarse así en las cosas, corrientes y mondas, como si estuvieran diciendo, haciendo algo.

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