Noviembre
En la cama, a oscuras, me vino al pensamiento una idea que había anotado aquella tarde. Luego me adormecí. Según bajaba al sueño, desdibujadamente, comprendí que mi idea era otro hecho más del día, igual que la señora que dejaba pasar los trenes en el andén del metro, el gato gris en la ventana de un entresuelo, la primera luz que asomó por el este. Como si el día hubiese sido un poema hecho de hechos y mi texto uno de sus versos.
*
Lago del Verano, lago del Otoño, lago de la Bondad, del Dolor, de la Excelencia; lago de la Felicidad, del Gozo, del Invierno; lago de la Blandura, de la Lujuria, de la Muerte, del Olvido, del Odio, de la Perseverancia, de la Soledad, de los Sueños; lago de la Esperanza, del Tiempo, del Miedo, de la Primavera. Estos son los lagos de la Luna.
*
Se puede pensar el mundo, por supuesto, pero ese pensar es otra pieza del mundo. Al mismo nivel de los objetos del mundo. No está por encima del mundo.
*
Hechos del mes de noviembre: el arcoíris sobre la isla de Mouro, en la bocana de la bahía gris de Santander. Una mujer embellecida por la esperanza. Las siete hierbas del otoño en Japón: el trébol en arbusto, el susuki, el arruruz, el clavel salvaje, la patrinia, el cáñamo y la campanilla china. Aldebarán.
Mi madre en su sofá, al alcance del teléfono, tapada con una manta, viendo llover.
Esta admisión: que la realidad no me necesita.
*
Un pensamiento, una mentira, una cita, un sueño, un recuerdo, una enumeración, una estrella.
*
Cada estación tiene sus pensamientos. En septiembre yo suelo soñar con las islas, por ejemplo. Noviembre es para el futuro, como diciembre será del recuerdo.
*
Un hombre en Cornualles disfruta del superpoder de la bilocación, esto es, encontrarse en dos sitios a la vez; solo que el segundo sitio es siempre un mismo punto 100 millas al noreste de Estaca de Bares, en medio del Cantábrico. Esta inconveniencia le hace descender hasta el nivel ciento treinta y cinco en la clasificación de superpoderes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
(Los niveles inferiores de esa clasificación abundan en curiosidades: hay quien adivina a ciegas los premios de sorteos de lotería que ya se han celebrado, o quien tiene el superpoder de ponerles nombres adecuados a los niños, enamorar a los gatos, entender poemas en lenguas extrañas, cantar, reconocer rostros entre la niebla, conservar la paciencia).
*
«… los altos y soberbios volúmenes que formaban en un ángulo de la sala una penumbra de oro no eran (como su vanidad soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregada al mundo». Borges, en «Una rosa amarilla», en El Hacedor. Treinta años he llevado esta cita en algún bolsillo de la memoria, y empiezo a entenderla ahora.
*