Pensamientos

Las veo desde donde escribo. Blanca la flor y blanca la nube. Contra el cielo azul de marzo, lavado con la nieve de ayer mismo y puesto al sol.

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Me ha llevado muchos años comprender que es correcto querer a alguien que está equivocado.

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Un milagro es el reflejo en este mundo de algo que solo puede ocurrir en otro. A la manera del teseracto.

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Los resultados de la literatura, en efecto, son modestos; pero a su favor se puede decir que la literatura es la más grande obra de creación que pueda completar una persona sola.

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Lo que construye una representación del mundo —el lenguaje— no son las palabras, sino la gramática. Todo el mundo lo olvida.

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No es menos falsa una mentira porque se diga en el idioma de la verdad. Un error es un error; el material con que esté fabricado no lo hace más cierto.

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El modo correcto del escepticismo es sustituir ilusiones por conocimientos. Disipar una ilusion no es conocer. Sustituir una ilusión por una desilusión —necesario como es— solo deja satisfecha a una personalidad estúpida.

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Un pensamiento debe merecerse su lugar en un ensayo. Pero no en la vida. Yo pienso como un hombre, no como un ensayista. Un pensamiento es una experiencia: un pensamiento me deja intrigado, absorto, despierto; es algo que me ha pasado hoy. Por eso es importante, aunque si lo llevo al comercio de las ideas no valga nada.

 

Esta noción podría ampliarse. Cantar como un hombre, bailar como un hombre, contemplar como un hombre los atardeceres, escribir, visitar templos, pintar, navegar, mirar el cielo, hacer poemas, prender un fuego, despedirse: como un hombre, y no como un cantante, un campeón, un pintor, un premio Nóbel, un rey, un escritor, una estatua en un parque.

 

Como si fuese poco ser un hombre y estar vivo. Como si se pudiese nacer bien, engendrar bien, ver bien la última luz. Como si por suspirar tan bien te dedicasen una página en el Babelia.

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Un día de invierno me encontré estos versos por internet. Aún sirven, al principio de esta primavera:

Me asomé a la ventana y en lugar de jardín, hallé la noche enteramente constelada de nieve.

(José Emilio Pacheco, «Noche y nieve», en Islas a la deriva).

 

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