Luz al final del invierno

Veo volver a los mirlos, la savia en las ramas, el nuevo resplandor de la estación, esas cosas sobre las que he escrito estos mismos días otros años. Y me da la sensación de que un viento claro agitase las letras y una luz matinal alumbrara los párrafos; como si esta página tuviese techo y ventanas y se hubiera hecho en ella el final del invierno.

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Durante unos meses, en el salón no entra directamente el sol porque no alcanza a sobrepasar el tejado de enfrente. Una mañana cae sobre el suelo un rayo de luz; amarilla, pálida, tímida, límpida luz que precede a la primera luz, como un calostro.

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Una vez, en el tren, vi una mujer que con su mano derecha cosía el guante de su mano izquierda. Tendría unos cuarenta y tantos años. Llevaba puesto un guante de lana beis y lo iba cosiendo con concentración para evitar el traqueteo del tren.

Toda escritura tiene algo de eso, me parece a mí: una mano cosiendo a la otra.

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Miro mi vida —me miro a mí— y no puedo decir que vea unidad, sino continuidad. Semejante al que viaja por una carretera, los paisajes y los incidentes se suceden sin ilación alguna; solo la carretera que sigue y sigue y, quizá, un mismo punto de vista.

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Si se hace adecuadamente, toda repetición es una consagración. Por eso mis pequeños ritos.

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La divulgación científica consiste en expresar en términos simples cierto discurso que en su formulación original resulta inaprensible. Así que algo como una divulgación poética no se concibe, ya que expresar un poema en términos simples equivale a deshacerlo.

Deducción: la literatura es aquello que se pierde en la paráfrasis.

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El este y la primavera; el sur y el verano; el oeste y el otoño; el norte y el invierno.

(Esa enumeración maravillosa la he sacado de aquí: «Hay varias lámparas tradicionales de piedra por todo el jardín. La más grande de todas contiene los doce animales del zodiaco y representa el calendario antiguo japonés. Si nos fijamos, veremos que el conejito representa el este y la primavera; el caballo representa el sur y el verano; el gallo representa el oeste y el otoño; y el ratón representa el norte y el invierno»).

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No es una condición de la belleza pertenecer a lo real.

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