Cómo escribir
Últimamente se lleva mucho escribir en las cosas. Qué sé yo: en las aceras, en las fachadas, sobre las personas, en los paisajes notables (para escribir en un paisaje se usan estatuas).
No me parece bien que se escriba en el mundo. Es como inscribirse una palabra en la lengua. Qué ocurrencia. Aceptaría que se escribiese sin tocar el mundo. Con una tinta invisible, con la voz, algo así: que la escritura no pringue la piel de las cosas y les haga decir todo el tiempo lo mismo. Una tinta invisible que escribiese frases largas que subieran por los tallos y se apretasen en el envés de las hojas traslúcidas con una caligrafía pequeña. O escribir con la voz, es tolerable. Con la voz se puede escribir en el aire, se puede escribir en el agua. Se puede escribir con la voz una frase en la ola, no hay problema. Y la ola sirve para escribir en la orilla.
Se puede escribir la mañana con sirenas de barcos.
Escribir con hormigas en un tronco de saúco. Escribir con la luna en el canto de un hueso. Escribir con el sol en una tapia.
Es dable soñar que se escribe con tinta roja en la tierra y en los atardeceres, en los atardeceres con cúpulas, en las cúpulas con una bruma de campanas.
Escribir plegarias en el corazón de los pájaros. Querer hijos.
Escribir con miel sobre los dientes, escribir el viento con banderas marinas. Imaginarles nombres a los veleros y a los perros.
Escribir la historia con remordimientos; escribir con melancolía las alamedas.
Escribir con el amor por debajo de la carne. Escribir con leche en el porvenir, con estrellas; escribir el pan con intenciones. Escribir con fuego, escribirles recados a los muertos.
Escribir con la mirada en el destino de los que se alejan.
Escribir en un papel. Todas estas cosas son correctas. Y, de hecho, me parecen muy bien. Tienen la capacidad de ponerle cosas al mundo y no le quitan nada.