Víspera de difuntos
Pasado cierto punto de mi vida, los proyectos son indistinguibles de los vestigios.
En un llano, unos pilares de hormigón se levantan a varias alturas, desparejos, en medio de un solar delimitado por unos muretes de ladrillo desnudo. A cierta distancia, no se distingue si el edificio que se esboza es una obra o una ruina.
Algo así.
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El día del cambio de hora amaneció oscuro. Llovió. Se acabó de apagar, tan breve. Delante de mis ojos entró la noche. «Dónde se ha ido la luz de otros días», apunté.
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Lo apunté, como dice este verso prodigioso, «no con tristeza, sino con asombro»:
Oh, amor mío, ¿dónde están ellos, adónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
De Czesław Miłosz, de Encuentro.
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Dentro de unos meses volverá la luz, aunque es extraño imaginarlo. Y yo vendré y lo contaré con palabras asombradas que serán como nuevas.
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Parecería que un mundo se acaba. Sin embargo, el mundo se ha acabado tantas veces. Imaginad un bizantino en la caída de Constantinopla, el último día de una ciudad de mil años. Un refugiado en París cuando por los arrabales entraba el ejército nazi.
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Siempre se llega,
pero a otra parte.
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Cada vez que una persona muere, el mundo se acaba. Pero el mundo resucita después; un mundo nuevo como no podían imaginar los muertos.
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Me toca deshacer una bufanda para aprovechar la lana, que A. va volviendo suavemente al ovillo. Hasta que un punto se atasca. «Ten cuidado, que ahí hay una mentira». Se llama mentira un punto mal dado que el tejido disimula. Qué metáfora de la vida.
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He empezado un libro de Marcel Schwob, La cruzada de los niños. Escribe, por ejemplo: «Unas voces blancas nos llamaron en mitad de la noche. Llamaban a todos los niños. Eran como las voces de los pájaros muertos durante el invierno».
Por qué he pospuesto tantos años leerme cada letra que escribió Schwob. No me entiendo.
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Sostienen ciertos eruditos bíblicos que Dios puso sobre el mundo varios animales innecesarios, e incluso desaconsejables, desmañados, incompletos, solo por simetría. Por impulsivo amor al equilibrio.
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Se solía esparcir millo o alpiste sobre las tumbas
Para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros.
Miłosz, otra vez. Dedicatoria.
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Ciertamente, muchas veces hablamos por hablar. Aunque cabe decir en nuestro descargo que es difícil soportar tanta polisemia del silencio.
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A veces me parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.
(Roberto Juarroz)
[«A veces me parece» es de Poesía vertical XII (n.º 21):
http://www.paginadepoesia.com.ar/escritos_pdf/juarroz_poesiavertical.pdf
La otra cita de Juarroz es de «Buscar una cosa… », en el mismo libro (n.º 15).
Encuentro y Dedicatoria, de Czesław Miłosz, están aquí:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-czeslaw-milosz/
Las versiones son de Rafael Díaz Borbón.
El encuentro vía https://tinyurl.com/yxcf7v34.
Marcel Schwob, La cruzada de los niños, ed. Reino de Cordelia. La traducción es de Luis Alberto de Cuenca.]